Además de los calendarios tzolk’in y haab y de la cuenta
larga, los mayas prestaban una atención especial a la serie lunar, como así lo
atestiguaba la estela 11 de Yaxchilán.
Basaban sus cálculos en el mes lunar, de 29 ó 30 días de
duración, correspondiente al tiempo transcurrido entre la luna nueva y la
siguiente. La edad de la Luna se calculaba teniendo en cuenta su visibilidad
tras el interlunio y los días transcurridos se reflejaban igualmente mediante un
jeroglífico específico,
consistente en el verbo correspondiente a “llegar”
precedido de un número. La expresión venía a decir que había llegado, es decir,
que habían pasado, un determinado número de días. En el caso de la estela 11 de
Yaxchilán, la Luna llevaba ya doce días de visibilidad. El jeroglífico siguiente
incluía los meses lunares en tres grandes ciclos de cinco o de seis meses
lunares, en tanto que el que venía a continuación indicaba el nombre de la luna
en curso.
Éste respondía a la posición de dicho astro dentro de uno de
los tres grandes ciclos, los cuales a su vez estaban bajo la vigilancia de uno
de los tres dioses: el dios Jaguar del inframundo, el dios de la muerte y la
diosa de la Luna. En la inscripción de la estela 11 de Yaxchilán, la blanca
esfera se encontraba justamente en el mes quinto y bajo la tutela de la diosa de
la Luna.
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