Si usted pide a Google que busque “profecías mayas”,
aparecerán más de 300.000 sitios de internet; si se dirige a la tienda virtual
Amazon y pregunta por libros que se relacionen con el título “2012”, podrá
escoger entre 32.196 resultados; y si entra a una importante librería de
Medellín para buscar libros relacionados con los temas anteriores, sin mayor
esfuerzo encontrará unos 10 libros. Pero además es posible que usted haya visto
la película “2012” y documentales en Youtube o televisión al respecto. ¿A qué se
debe esta agitación que se extiende por doquier?
Después de leer algunos libros y “ensayos”, discurrir por varios sitios de
internet y sufrir la película mencionada, es inevitable asombrarse por las
especulaciones sin base científica, el abuso de mitos y cosmogonías antiguas, y
la invención de toda clase de profecías que se dirigen a gentes ingenuas y mal
informadas, todo ello en pleno siglo XXI. Repitiéndose en forma incesante, un
gran número de autores habla de lo que ocurrirá el 21 de diciembre del año 2012,
fecha correspondiente al solsticio de invierno del hemisferio norte: algunos
consideran que sobrevendrá el fin del mundo o el fin de los tiempos, pero otros
vislumbran más bien grandes cambios en el interior y exterior de los seres
humanos.
Para sustentar sus afirmaciones, este movimiento habla de la convergencia de
profecías supuestamente provenientes de los mayas, hopis, hindúes, egipcios y
chinos, las que combinadas con elementos tomados de la Biblia, la alquimia, la
astrología y, no podía faltar, Nostradamus, concluyen que en la fecha citada
podrá invertirse el magnetismo de la Tierra, caer sobre ésta un planeta o un
gran asteroide, tener lugar una actividad solar sin precedentes, presentarse
desusadas conjunciones planetarias y la alineación de la Tierra, el Sol y el
centro de la Vía Láctea, sin descartar que nos alcanzará una potente radiación
luminosa originada en el centro de nuestra galaxia. Este comentarista sí ha
visto una sorprendente conjunción o alineación, pero que nada tiene que ver con
fenómenos celestes sino con una realidad muy prosaica: la convergencia pocas
veces vista de lunáticos, charlatanes y vivos que como ocurre desde tiempos
inmemoriales se aprovechan de la credulidad humana.
Es frecuente en este tipo de escritos darse un aire de respetabilidad con la
ayuda de ideas provenientes de la física más reciente, de modo que algunos
autores con desparpajo risible se refieren a la mecánica cuántica y a la teoría
de la relatividad con el fin de sugerir saltos cuánticos, neutrinos destructores
y efectos de la dualidad espacio tiempo.
Dado que todos los textos examinados se refieren con preferencia a las profecías
mayas, conviene ocuparse de lo que en realidad existe sobre el asunto. El gran
pueblo maya era un excelente observador de los cielos, poseía sorprendentes
conocimientos astronómicos y medía el tiempo, no en forma lineal sino a partir
de ciclos, mediante varios calendarios de gran exactitud.
Uno de ellos, el denominado de “Cuenta Larga”, tiene un ciclo que, según el
especialista en dicha cultura Eric S. Thompson, empezó el 11 de agosto de 3114
a. C. y que, según otros de la llamada Nueva Era, terminará el 21 de diciembre
de 2012. Pero solo se ha descubierto un texto maya que en forma inequívoca se
refiere a esta última fecha, el cual está situado en un monumento del sitio
Tortuguero, estado mexicano de Tabasco. Su poco legible texto para nada se
refiere a día final o cambio cósmico. Estos avisos amenazantes constituyen un
invento total y una gran oportunidad para que mucha gente obtenga dinero. Es un
despropósito considerar que los mayas podían prever ingentes fenómenos o cambios
que ocurrirían muchos siglos después.
Por ejemplo, no se conoce registro que muestre su anticipación de un hecho más
cercano y de crucial importancia para ellos: su súbita desaparición como pueblo.
Ahora veamos lo que dicen conocedores serios que se han referido a algunas de
las creencias que vienen haciendo carrera. Ningún científico ha afirmado que a
la Tierra le pasará algo terrible en el 2012; es una tontería decir que un
planeta o asteroide significativo está próximo a causarnos una gran catástrofe
pues, de ser cierto, hace tiempo aquellos habrían sido detectados, incluso a
simple vista; no habrá alineamiento de planetas en las próximas décadas y cuando
ocurran sus efectos serán despreciables; todos los diciembres la Tierra y el Sol
se alinean con el centro aproximado de la galaxia y nada pasa; es improbable una
inversión del magnetismo terrestre en los próximos milenios; y la actividad
solar tiene un ciclo regular que alcanza su máximo aproximadamente cada 11 años,
el próximo de los cuales tendrá lugar entre 2012 y 2014 y será de carácter
promedio a la luz de los registros históricos.
Lo único rescatable de los autores menos pedestres de esta fiebre se refiere a
las advertencias de que el mundo va por muy mal camino, tal como lo ponen de
presente el deterioro ambiental, la extinción de especies, el cambio climático,
la falta de solidaridad, el consumismo, la creciente desigualdad entre países y
dentro de cada país, las crisis alimentaria y del agua, etc., para luego señalar
en forma convincente que se requiere un cambio de conciencia, una diferente
relación entre los seres humanos, un respeto a todo lo que hace parte del mundo
viviente o material.
Pero es obvio que para sustentar la necesidad de lo anterior no se requiere
echar mano de fechas cabalísticas, profecías o visiones catastrofistas, y menos
irrespetar culturas antiguas con manipulaciones que distorsionan mitos,
concepciones del mundo y saberes que fueron ejemplares en su tiempo, algunos de
los cuales están todavía vigentes, que influyeron de muy diversas maneras en la
posteridad y que hoy evocamos con admiración.
Dario Valencia Restrepo
http://www.elmundo.com
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