Uno de los temas más fascinantes de la
civilización maya sigue siendo el sentido último de su astronomía, sin duda la
más avanzada de la época -y aún de épocas muy posteriores- en todo el mundo.
La astronomía ha sido, de entre todas las ciencias y desde sus orígenes, la que ha tenido un papel más destacado en la historia del pensamiento humano. La observación y estudio de los astros ha preocupado a la humanidad desde sus albores y no conocemos civilización antigua que no haya desarrollado en menor o mayor medida sus conocimientos astronómicos. Los avances que se han producido en los últimos tiempos en el estudio de los conocimientos astronómicos que poseían las antiguas culturas mesoamericanas han sido ingentes, sobre todo debido al desarrollo, en la década de los ochenta, de dos nuevas disciplinas: la arqueoastronomía o astroarqueología, y la etnoastronomía. Los antecedentes de estas disciplinas se sitúan en el siglo pasado, aunque los primeros avances serios se dieron en los años sesenta con el estudio de las construcciones megalíticas europeas
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El desarrollo de la ciencia en las civilizaciones antiguas está ligado a su contexto histórico-social, por lo que al estudiar la astronomía de otros pueblos debemos situarla en relación con la cosmovisión, los mitos y la religión de esas culturas. De esta forma, los documentos calendáricos
americanos revelan los logros en matemáticas y astronomía de estos pueblos, pero
debemos tener claro que su función era fundamentalmente ritual y adivinatoria.
Este desarrollo científico y las
complejas relaciones astronómicas y matemáticas son una consecuencia lógica del
desarrollo evolutivo de toda civilización. |
En la antigüedad la observación astronómica
estaba íntimamente ligada a la agricultura y los ciclos climáticos, es decir, a
las bases de la civilización. Una vez que los antiguos aprendieron a predecir
fenómenos, la astronomía se convirtió en un instrumento de poder para el
sacerdote gobernante, pues podían controlar dichos fenómenos e incluso
provocarlos. Los cultos realizados por estos sacerdotes aparecían como la causa
de los fenómenos naturales recurrentes y consecuencia inmediata de la correcta
realización del ritual. Para el estudio de la astronomía y el calendario en la
época prehispánica disponemos sobre todo de documentos escritos: crónicas
históricas y códices de los que, por desgracia, nos quedan muy pocos debido a la
quema llevada a cabo por los españoles. De hecho, sólo conservamos cuatro
códices mayas.
Pero además, actualmente contamos con otras
fuentes complementarias que proporcionan datos silenciados en los registros
escritos. Por un lado, la arqueoastronomía obtiene sus datos de las medidas de
orientaciones de edificios y sitios arqueológicos y busca su relación con
fenómenos astronómicos, como los momentos de salida y ocaso del sol y de algunas
estrellas y constelaciones en determinadas fechas. En algunos casos, estas
orientaciones nos permiten estimar la posible fecha de construcción de algunos
edificios. Así, se ha podido establecer que los puebles prehispánicos observaban
ciertos acontecimientos astronómicos y poseían incluso la capacidad de diseñar y
construir edificios con el fin de resaltar esos fenómenos.
Por otro lado, a pesar de los cambios
radicales que se produjeron en la organización económica y política tras la
conquista española, en la actualidad algunas comunidades indígenas han logrado
conservar su identidad cultural y en ellas perduran elementos de la cosmovisión
y de la observación de la naturaleza que poseían sus antepasados prehispánicos,
cuyo estudio supone una notable ayuda para la comprensión de ciertos aspectos
poco conocidos de la cosmología prehispánica mesoamericana.
En el saber astronómico que poseían los
antiguos mayas se han producido los mayores avances, gracias en gran parte al
desciframiento de su escritura y a que poseemos al menos un Códice, el de
Dresde, con contenido principalmente astronómico. Esta gran civilización
floreció en la zona del sur del México actual, Guatemala, Belice, El Salvador y
la zona Occidental de Honduras, y tuvo su época de mayor esplendor en el
denominado Periodo Clásico, del 300 al 900 d. de C.
La situación geográfica de la antigua
civilización maya, así como del resto de la región conocida como Mesoamérica, en
la zona tropical, le aporta una significativa peculiaridad a la hora de realizar
observaciones astronómicas, debido a que el sol pasa por el cenit dos veces al
año en su recorrido aparente entre los trópicos. En el ecuador estos pasos se
producen en los equinoccios, mientras que en el Trópico de Cáncer el paso tiene
lugar en el solsticio de verano y en el de Capricornio en el invierno. Se ha
demostrado que estos pasos cenitales eran de gran importancia entre los antiguos
mesoamericanos para la agricultura, el calendario y los rituales.
Otro hecho importante, atener en cuenta a
la hora de realizar los estudios de la astronomía entre estos pueblos, es que su
observación se llevaba a cabo a simple vista. Por esta razón no debemos tratar
de interpretar sus conocimientos basándonos en nuestras concepciones teóricas
actuales, como el sistema heliocéntrico, fruto de enormes avances en las
técnicas de observación.
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